Algunas preguntas frecuentes en tiempos de pandemia

Manuel Ochoa

Coordinador de Biología, Educación Ambiental y Entendimiento Global, Secundaria Colegio Madrid A. C.

manu@elmadrid.edu.mx

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¿Qué es un virus?

Los virus son trozos de información genética, rodeados por una cubierta, que pueden entrar a una célula y usarla para replicarse. ¿Si tienen información genética, entonces están vivos? No basta con tener material genético para estar vivo; hacen falta otras características. Por ejemplo, y principalmente, tener células o estar formados por al menos una. El material genético de los virus está almacenado en una estructura que no es una célula, sino una cubierta hecha principalmente de proteínas y una envoltura externa con otras proteínas y lípidos (grasas). Otra característica común entre los virus y los seres vivos, que podría hacernos pensar que son uno de ellos, es la replicación. Todos los seres vivos pueden producir otros seres vivos; caso parecido a los virus, que también pueden producir otros virus, sin embargo, son incapaces de hacerlo sin estar dentro de una célula usando su maquinaria. Como solo los seres vivos tienen células, esto hace que los virus necesiten de lo vivo para replicarse. Son parásitos obligados.

Una tercera característica que comparten los seres vivos con los virus, que es muy importante para entender lo siguiente, es la evolución. Los virus evolucionan como todos los seres vivos; cambian.

Entonces, un virus es una entidad que tiene material genético, se replica y evoluciona, pero no está vivo.

¿Por qué a veces los virus son difíciles de atacar?

Los virus pueden estar hechos de ADN o ARN (un primo químico del ADN, que tiene una sola cadena en vez de dos). Dependiendo de cuál es el tipo de material genético que los compone, tienen distintas características. Por ejemplo, los virus que tienen ADN son muy estables; esto quiere decir que cuando se replican, su estructura cambia poco: la información se transmite prácticamente igual. Cuando un virus es de ARN, se vuelve mucho más probable que la información genética que tiene, al multiplicarse, se replique diferente (como si tuviéramos que copiar un texto y al hacerlo cometiéramos muchos errores). El COVID-19 es un virus de ARN, por lo cual muta constantemente con mayor frecuencia que otros tipos de virus. Otra razón por la que los virus de ADN son estables, es que suelen tener mecanismos de “corrección” de errores (mutaciones). Habitualmente los virus de ARN no tienen estos sistemas de corrección de errores, sin embargo el COVID-19, en algún momento de la evolución, tomó ese mecanismo de las células que infectaba y sí puede editar su material genético.

Una consecuencia (y muestra muy clara) del hecho de que los virus en general tengan muchas mutaciones, es que tenemos que vacunarnos continuamente, pues en relativamente poco tiempo, surgen variantes que ya no son reconocidas por nuestras vacunas y pueden infectarnos aunque en general se trate del mismo virus.

¿Es cierto que el COVID-19 vino de los animales?

Es muy probable que sí. Los virus llevan millones de años coexistiendo con los seres vivos porque necesitan de ellos. Cuando un virus se establece en una población de seres vivos a los que suele atacar, con frecuencia no ocasiona mayores daños (piensa que si fueras un parásito, seguramente no sería tan conveniente matar a quien necesitas para multiplicarte). Existen hipótesis que apuntan a que este coronavirus pudo haber pasado de los murciélagos a los humanos basados en su similitud con otro virus, el SARS (otro coronavirus). ¿Qué tienen que ver los murciélagos con nosotros o para qué un virus cambiaría de especie? En realidad los murciélagos y nosotros estamos emparentados cercanamente, y no es que los virus “decidieran” cambiar de huésped; simplemente que, debido a que tenemos similitudes como especies, algunas variantes del coronavirus lograron replicarse usando también células humanas. Es importante considerar también que diariamente estamos en contacto con decenas de virus de los que quizás nunca sabremos y otros que sí conocemos, pero que no resultan un riesgo porque no nos infectan (sus mecanismos no pueden hacer que nuestras células los repliquen). En estos casos, las especies de seres vivos se asocian con ciertos virus que con frecuencia no infectan ni se reproducen en otras especies (por eso, por ejemplo, a nosotros no nos hace nada el parvovirus de los perros o los mapaches no se infectan de VIH). Cada quién tiene sus parásitos, aunque a veces son compartidos.

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¿Cómo es posible que solo sea suficiente el jabón común contra una pandemia?

En ocasiones imaginamos que los problemas graves se atacan con soluciones enormes o de gran complejidad. En estos casos no es así. Si recordamos cómo son los virus, podemos considerar nuevamente la envoltura, esa cubierta que guarda el material genético de los virus. Además de algunas proteínas y otros componentes, la envoltura contiene una capa de lípidos; esto es, literalmente grasa. Esa capa le ayuda al virus a protegerse y a realizar la invasión a la célula, pero aquí viene la respuesta de por qué solo jabón es suficiente. ¿Recuerdas esa característica que sirve para anunciar buenos jabones? ¿Aquello de “arranca la grasa”? Pues eso es lo que sucede químicamente. El jabón hace que la unión química entre los lípidos y las proteínas de la cubierta se vuelva muy débil y se suelte, al igual que la unión entre el virus y la piel (en esto no es tan efectivo el gel antibacterial), lo que provoca que el virus “se desarme” por completo: las proteínas no tienen cómo sostenerse y el material genético queda expuesto y se degrada. Es la forma más eficiente de deshacernos de un virus. No lo matamos, pues no está vivo, sino que lo desactivamos.

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¿Por qué insistimos tanto con lavarnos las manos?

Los virus son muy (muy) pequeños. ¿Qué tanto? Piensa en un milímetro; divídelo en un millón de partes iguales; los virus en promedio son del tamaño de 90 de esas partes. Aún es muy difícil imaginarlos, ¿verdad? Para comparar tamaños, podemos pensar que si una célula fuera del tamaño de un melón, el virus sería aproximadamente del tamaño de una lenteja. En cuanto al tiempo que permanecen activos, depende de muchos factores, pero en general pueden estar en una superficie, máximo, un día. Como los virus son solo fragmentos de ADN o ARN encapsulados, pueden permanecer en una superficie por algún tiempo esperando para entrar a una célula. Aquí la textura de las superficies es muy importante. Entre más lisa sea, más difícil es para el virus quedarse en ella. La piel es un gran lugar de alojamiento del virus por su textura; además, si estamos en contacto con gente o con nosotros mismos (al tocar nuestra cara, respirar, etc), le ofrecemos al virus un sitio constante para permanecer activo, además de que es muy cercano de lugares donde podría comenzar la invasión (como la mucosa de la nariz o alguna membrana delgada). Las manos, entonces, son una de las puertas de entrada más accesibles para un virus al cuerpo. Si nos lavamos las manos con frecuencia, reducimos la probabilidad de que algún virus que se encuentre por ahí, siga activo.

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¿Por qué es buena idea aislarnos por un momento?

Dado que los virus se multiplican en grandes cantidades (un solo virus puede hacer que las células lo repliquen varias miles de veces en cuestión de horas), el contagio es muy probable cuando un virus no controlado se encuentra en el ambiente. En realidad, los riesgos a la salud son moderadamente tratables y no es tan probable que alguien muera a causa del coronavirus únicamente. Sin embargo, uno de los principales problemas está en la capacidad de nuestros sistemas de salud. Si muchas personas se infectan y muestran síntomas, la atención para esa cantidad de personas desborda nuestros sistemas de salud y puede haber personas no tratadas, por lo cual se agrava la enfermedad y aumenta el riesgo público. Con frecuencia, la salud es un privilegio que lamentablemente no todos pueden costear y esta es una buena oportunidad para enfrentar un problema teniendo responsabilidad social, no solo individual.

También podemos entender el fenómeno del aislamiento desde lo biológico. Como dijimos al principio, los virus necesitan de células para replicarse. Si yo salgo a la calle y estoy en contacto con mucha gente, son mucho más probables dos cosas: primero, que yo entre en contacto con una superficie (o el aire) donde se encuentre un virus esperando entrar; por otra parte, que el virus “salte” de una persona hacia mí, o de mí a otra persona. Cada vez que suceden alguno de esos escenarios, le damos la oportunidad a individuos del virus de entrar a un organismo y usar sus células para replicarse. – “Pero no es tan grave, ¿o sí? no corro tanto riesgo” Quizás no, pero darle la oportunidad a un virus de entrar a una célula, es también, biológicamente, aumentar las probabilidades no sólo de que se reproduzca, sino de que tenga mutaciones (recuerda que un virus de ARN tiene muchas; puede cambiar rápido) y evolucione. La consecuencia de esto puede ser, además, que el virus se haga más diverso. En otras palabras y de cierto modo, estamos promoviendo la evolución del virus cada vez que propiciamos que se reproduzca. Imagina las implicaciones de promover la diversificación de un virus nuevo en humanos, para el cual no existe aún una vacuna que lo contenga. Es retar a la suerte.

Otra razón tiene que ver con la conectividad en nuestros tiempos. Actualmente, es mucho más común que una persona que ayer estuvo en Alemania, hoy se encuentre en Canadá. Esa persona, con ese trayecto hipotético, lo que está haciendo en términos biológicos es colocar parte de la microbiodiversidad europea en América o viceversa. Somos más de 7 mil millones de personas en el mundo; somos típicamente una especie migrante, característica que se ha acentuado en tiempos recientes por cuestiones políticas y sociales. Imagina a qué ritmo ocurre la conectividad en nuestros días; incorpora a eso, el hecho de que los virus se multiplican a velocidades altísimas (para algunos tipos de influenza, por ejemplo, por cada célula infectada, surgen 1000 réplicas del virus en cuestión de horas. Imagina ese nivel de variación posible).

Miles de millones de personas en el mundo; millones de ellas en tránsito constante, con virus que se reproducen rápido y mutan mucho. Hagamos cuentas, tal vez la probabilidad de contagio sea mucho mayor de lo que pensamos. Quizás la insistencia en lavarnos las manos y realizar cuarentena no sea tan exagerada después de todo. Esto no es nuevo ni será la última vez que suceda; los virus no van a dejar de existir y este tipo de fenómenos son comunes cuando se trata de poblaciones enfrentando un virus reciente en su especie. En la actualidad se cuenta con muchos más recursos tecnológicos para evitar que estos episodios sean graves y la información de otras experiencias (como en 2009 con el H1N1) ha resultado útil. Ante este tipo de situaciones, no hay que caer en pánico, pero mucho menos en indiferencia u omisión. Difícilmente algo relacionado con la prevención y la salud, es exageración.

 

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